jueves, 26 de mayo de 2016

Emociones

 Por Nilda Claudia  Giangiácomo

Tenía ocho años, fusión de choque de planetas y obligada serenidad. Allí estaban ellos... mis sueños. Sueños de juegos, de fiestas populares, de vestiditos de organza, plumetí, zapatitos de charol, disfraces, tardecitas de cuentos con aroma a torta recién horneada.
Recuerdo aquel día que golpearon mi puerta y llegó a mis manos un libro de cuentos. No pude ver el rostro de quien lo traía. Extasiada, lo apreté fuertemente, para que nadie me lo arrebatara, hacía tanto tiempo que lo añoraba... necesitaba aferrarme a él... fue una efímera felicidad.
Me preguntaba el porqué de ese rostro sin modelar, lo hubiese guardado en mi retina porque allí permanecería para siempre. 
La respuesta no tardó en llegar... era solo un sueño... otro más.
Mi corazón, como siempre lo hacía, se encargaba de alistarme a mi realidad, su galope a veces doliente me anunciaba la llegada de ellos, implacables, como  personajes siniestros de un cuento con triste final... eran los remordimientos.
¡Tu madre está enferma! me repetían una y otra vez. Deseaba escapar... adelantar mi adultez. Buscaba miles de disfraces, máscaras para ocultar, pero aún así regresaban ellos para redesnudar mi rota niñez.
¡Tu madre empeora! me sacudían con cierta crueldad y allí estaba yo, presa del desencanto que me proporcionaba mi diario vivir. Salí a buscar la medicina para mamá y allí frente a mi estaba él... un muchacho apenas más grande que yo, de mirada tierna y desafiante. Estaba confundida pero ávida de sentir por primera vez, que alguien reparaba en mí. Presagiando cual mago, que mis sueños estaban ''casi'' rotos, sacó de su galera ese libro de cuentos, que había permanecido solo un tiempo entre ellos y que tanto deseaba tener.
Te lo presto - me dijo
¡Era de mi mamá! - replicó
Úsalo todo el tiempo que quieras
No puedo describir que extraña sensación de plenitud embriagaba todo mi ser, solo atiné a gritar ¡Soy! ¡Estoy!.
Desde ese día me abrí a la vida, como las páginas de ese libro, con un rostro nuevo, saboreando en cada momento el néctar de sus encantos y la superación de los desencantos.

Concientización por el consumo de sal

Hace ya algunos años que nuestro país es pionero en regular el contenido de sodio en varios alimentos procesados, sin embargo aún el consumo de sal en Argentina sigue siendo un problema para muchos.
Según el Ministerio de Salud, disminuir tan solo 3 gramos de ese consumo de sal al día redundaría en un beneficio enorme para la salud y evitaría 6.000 muertes, 13.000 accidentes cerebrovasculares (ACV) y 14.000 infartos por año.
Los argentinos consumimos un promedio de 11 gramos de sodio por día mientras que la Organización Mundial de la Salud solo recomienda 5 gramos que son los necesarios para el funcionamiento orgánico de un adulto. Si redujéramos nuestra ingesta, se podrían evitar hasta 1 de cada 4 ataques al corazón o ACV.
La excesiva utilización de sal produce el 30% de los casos de hipertensión. Este problema es el principal factor de riesgo de enfermedades no transmisibles como el infarto, los accidentes cerebro-vasculares y las enfermedades renales. Además, puede causar litiasis renal, osteoporosis, retención de líquidos, obesidad y asma.
En Argentina, según la Fundación Interamericana del Corazón (FIC) el 65% de la sal que consumimos proviene de alimentos procesados como panificados, embutidos, quesos, caldos, productos de copetín o snacks y conservas.
En la ciudad de Rosario, Grupo Norte, un grupo de empresarios de la zona norte, ha comenzado una campaña contra el consumo en exceso. Consiste en concientizar sobre el agregado de sal en la mesa del comensal.
Para mejorar y reducir la ingesta de sodio, deberíamos tomar hábitos como leer las etiquetas para seleccionar los alimentos con menor  cantidad, cocinar con menos sal y no agregarle antes de consumir cada comida.