jueves, 2 de julio de 2015

Simplemente Macacha

Es tiempo de hablar de mujeres, es tiempo de hablar de gente de carne y hueso, de los anónimos, de las que llevaron adelante la historia, las ciudades, los pueblos, los campos, la casa. Es tiempo de dejar al héroe de bronce, inmaculado en un pedestal  y resaltar la gesta de las personas comunes, de las mujeres, de los olvidados, de los dejados de lado, de los verdaderos hacedores de nuestro pasado y  que deberían ser reflejo de nuestro futuro.
María Magdalena Dalmacia Güemes (1787-1866) fue una de ellas, se la conoció popularmente como “Macacha” y para nuestra pobre historiografía simplemente fue la hermana de Martín Miguel, “caudillo Salteño”… en realidad ambos fueron mucho más  y dieron mucho más.
De niña se destacaba, a los 5 años aprendió a leer, enseñada por su padre, cosa rara para esos tiempos de sumisión de la mujer. A los 15 participaba de las reuniones de la aristocracia salteña y discutía de economía y de política. La revolución de 1810 la encontró junto a su hermano en plena juventud y se enamoraron de ella, su pasión por un país distinto lo trasmitió a su esposo,  Ramón Tejada Sánchez, también de clase acomodada y sin necesidad alguna más que la de los ideales, se convirtieron en  insurgentes.

Entre 1813 y 1823 Salta y Jujuy, con  sus guerrillas improvisadas y feroces y su rústico terruño fueron el único freno al ataque realista del alto Perú. Martín creó a sus  “infernales “ Y María Magdalena, las redes de espionaje, la ayuda a los soldados y el reparto de tierras para los que todo lo habían perdido. Nada de esto fue bien visto por la aristocracia de allí ni de la ex capital virreinal. A pesar de resistir nueve invasiones, de ser el primer gobernador electo por el voto popular, Martín y Macacha, su mano derecha, hoy son figuras postergadas en un imaginario colectivo que ni los actos escolares recuerdan.

Dalmacia fue una de las tantas Norteñas que dio su  juventud, sus hijos y su vida por nuestra patria. Fueron espías, soldados, cocineras, enfermeras, médicos, lloraron a sus muertos y a los muertos de otros, los enterraron y tiempo después fueron  las únicas que los recordaron con una flor. En esta lista podemos incluir a Juana Azurduy, María Arias,  Seledoña Pacheco de Melo, forjadoras de la llamada “Revolución de Mujeres”. Mujeres que nadie debería olvidar , el pueblo Salteño no olvida, su vocación, su amor, su dedicación, su fuerza, el pueblo del Norte no olvida su compromiso , su visión de repartir y de construir  una patria grande, más justa, más igual.
Nosotros no olvidamos,  como tampoco olvida la comunidad docente de la escuela nº 1358 que lleva su nombre y que el 7 de junio cumplió 20 años  y  está en una de las zonas más comprometidas de nuestra ciudad , es que no se debe olvidar a la “mamita de los Pobres” como la llamaron, ni a todas aquellas mujeres, que estuvieron  y están a la altura de las circunstancias, la patria fue parida libre y soberana y como siempre en un alumbramiento las mujeres tienen mucho que ver.

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